En
mi interior, sentí una duda que, de momento, me era imposible comprender y,
menos, resolver:
¿La
“COPLASI” era conocedora de esa novedosa y rara
posibilidad de convertirse en nube, que poseían el matrimonio
Alex-Priscila y sus hijos?
Nos cruzamos las miradas, y sin
pronunciar ni una palabra, los tres firmamos, al instante, el pacto de silencio
total sobre el tema de las nubes y la frase oída a uno de mis compañeros.
Cuando se acercaron los niños, los
estudiantes y la Tutora, todos me rodearon jubilosos con el anhelo de seguir
escuchando el relato de mis aventuras, con su acostumbrada atención y
curiosidad.
Priscila se encargó de distraer a sus diez
hijos, con el pretexto de proporcionar hierbas, frutas, flores y bulbos para
alimentar a tanta gente; mientras Alex se sentó a mi lado, para recordar
conmigo la primera parte de la historia, de la que él también era testigo, y
deseaba saber lo que había ocurrido a los demás, después de quedarse ellos en
el Pequeño Planeta.
Una de las jóvenes estudiantes,
sonriendo, levantó los brazos, con ademanes de vuelo, y preguntó:
“Me ha intrigado la frase de nuestro
compañero, cuando ha dicho “¡Yo quiero convertirme en una nube más, …, ¿es un
loco deseo de este chico!, o ¿es, de verdad posible, ser una nube en esta zona
de nuestro espacio planetario?”
…….
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