viernes, 17 de junio de 2016

ESTRELLA ENANA. 35. LGE. 421


Cuando recobré la consciencia, estaba tumbado sobre el suelo de aquel inmenso espacio, rodeado de gentes desconocidas, de habitantes planetarios vestidos de cien maneras diferentes que, atónitos, me miraban entusiasmados con un débil silencio absoluto, ávidos y pendientes de una explicación aclaratoria respecto al suceso que acababan de contemplar.


Yo había viajado miles de millones de kilómetros terrestres, buscando al supuesto Jefe Supremo de aquellos vigilantes, para que él me diera una fiel explicación de mi hábil secuestro, cuando la pura realidad es que los vigilantes, al verme en Ío,, me habían reconocido, me habían hecho su inocente prisionero, y me intentaban llevar de nuevo a mi queridísima Alpha Centauri, donde me esperaba solícita mi Tutora Trisha que, además, resultaba ser, ahora, la mismísima Jefa Intergaláctica que, en ese momento me había recuperado.

Me hice el fuerte, mientras me temblaba hasta el espíritu; intuía que todo había sido una artimaña de Jefes, monacales y militares; sí, pero, al mismo tiempo me sentía burlado, herido en mi dignidad terrestre, a quien ellos protegían sobremanera, y por su deliberado interés.

Estaba decidido a sacar todo el jugo posible de aquella fruta madura y exquisita circunstancia:

“Habéis jugado conmigo, desde el principio de mi estancia en esta realidad espacial; yo, un niño sin cultura, nacido en la ignorancia de la serranía de los Andes, hijo de un guerrero criollo analfabeto, y de una mujer pobre, humilde, buena y  creyente hija fiel de Inti que, viéndose abandonada por mi padre, se unió a otro peor nacido, que nunca me aceptó, me maltrataba, y tuve que huir lejos de su mal trato, hasta que tuve la suerte de encontrar el amor materno, que me adoptó. me ayudó a lograr una básica educación, recorrer mi planeta Tierra y viajar hasta vosotros.
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