Cuando recobré la consciencia, estaba
tumbado sobre el suelo de aquel inmenso espacio, rodeado de gentes
desconocidas, de habitantes planetarios vestidos de cien maneras diferentes que,
atónitos, me miraban entusiasmados con un débil silencio absoluto, ávidos y
pendientes de una explicación aclaratoria respecto al suceso que acababan de
contemplar.
Yo
había viajado miles de millones de kilómetros terrestres, buscando al supuesto
Jefe Supremo de aquellos vigilantes, para que él me diera una fiel explicación
de mi hábil secuestro, cuando la pura realidad es que los vigilantes, al verme
en Ío,, me habían reconocido, me habían hecho su inocente prisionero, y me
intentaban llevar de nuevo a mi queridísima Alpha Centauri, donde me esperaba solícita
mi Tutora Trisha que, además, resultaba ser, ahora, la mismísima Jefa
Intergaláctica que, en ese momento me había recuperado.
Me
hice el fuerte, mientras me temblaba hasta el espíritu; intuía que todo había
sido una artimaña de Jefes, monacales y militares; sí, pero, al mismo tiempo me
sentía burlado, herido en mi dignidad terrestre, a quien ellos protegían
sobremanera, y por su deliberado interés.
Estaba
decidido a sacar todo el jugo posible de aquella fruta madura y exquisita
circunstancia:
“Habéis
jugado conmigo, desde el principio de mi estancia en esta realidad espacial;
yo, un niño sin cultura, nacido en la ignorancia de la serranía de los Andes,
hijo de un guerrero criollo analfabeto, y de una mujer pobre, humilde, buena y creyente hija fiel de Inti que, viéndose
abandonada por mi padre, se unió a otro peor nacido, que nunca me aceptó, me
maltrataba, y tuve que huir lejos de su mal trato, hasta que tuve la suerte de
encontrar el amor materno, que me adoptó. me ayudó a lograr una básica
educación, recorrer mi planeta Tierra y viajar hasta vosotros.
…….
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