miércoles, 15 de junio de 2016

ESTRELLA ENANA. 34. LGE. 420


Duró muy poco mi reflexión.

Bajo el agradable ambiente de una melodía astronómica, nos dieron a entender, yo así lo intuí, en un mundo tan lejano y diferente de lo visto y experimentado hasta ahora, que mis humos de humano violento por naturaleza, habían llegado a su fin; tenía la inequívoca impresión de que yo ya no era el mismo de siempre; esto me provocó una sensación de nulidad,  que fue seguida de un miedo horroroso a lo que me sucedía.

Trataba de pasar desapercibido, porque temía, ya por hábito, permanecer calladito, pues a nada que hablara, todas estas gentes del espacio me interpretaban de tal forma que me convertían en un sabio, mago o  en un dios.

Yo aspiraba a ser uno de ellos, sin más, ya que era incapaz de seguir pensando como el niño inofensivo e inútil,  hijo del planeta Tierra; como esta, yo veía con más claridad que nunca, las perspectivas de una irremediable aniquilación cósmica.

No recuerdo si alguna vez me había contemplado a mi mismo más insignificante y anulado.

...“Está a punto de entrar la Institutriz  Galáctica  Trisha”...

Ensimismado en estas consideraciones, no oí ni percibí tales palabras ; pero sentí como un golpe eléctrico me atravesaba de la cabeza a los pies. 

“¿¡Qué habían dicho!?”

“¿¡Habían dicho Trisha!?

¿Había oído bien yo, o estaba dormido, o tal vez alucinando?”

Trisha era mi Tutora predilecta y Jefa de la expedición en que en pleno recorrido planetario, yo me perdí en el satélite Ío, de Júpiter, desde  el que fui conducido hasta este otro Planeta, cuyo nombre aún ignoro; sólo se que pertenece al espacio cercano a Sirio.

Echaba de menos mi Planeta “Filos I” de Alpha, a mis amigos y compañeros de estudios.

Me dio la sensación que todo a mi alrededor giraba, giraba, giraba ...
…….

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