Duró
muy poco mi reflexión.
Bajo
el agradable ambiente de una melodía astronómica, nos dieron a entender, yo así
lo intuí, en un mundo tan lejano y diferente de lo visto y experimentado hasta
ahora, que mis humos de humano violento por naturaleza, habían llegado a su
fin; tenía la inequívoca impresión de que yo ya no era el mismo de siempre;
esto me provocó una sensación de nulidad,
que fue seguida de un miedo horroroso a lo que me sucedía.
Trataba
de pasar desapercibido, porque temía, ya por hábito, permanecer calladito, pues
a nada que hablara, todas estas gentes del espacio me interpretaban de tal
forma que me convertían en un sabio, mago o
en un dios.
Yo aspiraba a ser uno de ellos, sin más,
ya que era incapaz de seguir pensando como el niño inofensivo e inútil, hijo del planeta Tierra; como esta, yo veía
con más claridad que nunca, las perspectivas de una irremediable aniquilación
cósmica.
No recuerdo si alguna vez me había
contemplado a mi mismo más insignificante y anulado.
...“Está a punto de entrar la
Institutriz Galáctica Trisha”...
Ensimismado en estas consideraciones, no
oí ni percibí tales palabras ; pero sentí como un golpe eléctrico me atravesaba
de la cabeza a los pies.
“¿¡Qué habían dicho!?”
“¿¡Habían dicho Trisha!?
¿Había oído bien yo, o estaba dormido, o
tal vez alucinando?”
Trisha era mi Tutora predilecta y Jefa
de la expedición en que en pleno recorrido planetario, yo me perdí en el
satélite Ío, de Júpiter, desde el que
fui conducido hasta este otro Planeta, cuyo nombre aún ignoro; sólo se que
pertenece al espacio cercano a Sirio.
Echaba de menos mi Planeta “Filos I” de
Alpha, a mis amigos y compañeros de estudios.
Me dio la sensación que todo a mi
alrededor giraba, giraba, giraba ...
…….
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