domingo, 3 de abril de 2016

ESTREllA ENANA.2. LGE. CCCLXIX


A continuación todos se postraron en tierra e hicieron lo mismo que Proto; yo les recriminé su actitud:

“No consiento que habléis así, ni que penséis que yo soy un dios; soy un ser inteligente humano como vosotros; si seguid con esa actitud, os consideraré unos idólatras más en este mundo de falsas apreciaciones; lo sucedido con la roca es un simple fenómeno físico y químico; esto ya aconteció en viejas civilizaciones y unas  antiguas culturas ancestrales: la roca de origen líquido conserva su flacidez durante mucho tiempo; se puede cortar con facilidad, se coloca en edificios, se pone rígida y ya no hay fuerza humana normal que pueda manejarla igual.

¿Habéis entendido?”

A pesar de mis explicaciones, notaba en su mirada y en sus gestos que me seguían considerando un “semidiós” o algo parecido; no insistí en ello, porque la autoridad moral que yo sentía tener respecto a ellos en el plano humano, era de provecho para ellos y para mi; no me sentía para nada superior ni me producía grado alguno de soberbia; su cortesía, respeto y cierta veneración, me producía más bien una responsabilidad ante su dependencia existencial de mis posibles potenciales de mejorar sus condiciones de vidas en un futuro al que yo también pertenecía.

Permanecimos allá toda la tarde de aquel primer día; fabricamos una pequeña y rudimentaria  cabaña, siguiendo mis indicaciones  y conocimientos andinos, aprendidos de mis paisanos de mi ciudad de Puno y  aprovechando unos largos, fuertes y delgados troncos secos de los vetustos árboles.

Sus elevados medios técnicos astronómicos, les habían hecho olvidar las sencillas técnicas de nuestra vieja cultura.

Todos valoraron mi habilidad y quedaron sorprendidos. 

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