Nadie,
ni yo mismo, sabía esta historia ocurrida a Priscila y Alex; y nuestro viaje de
Alpha hasta el Pequeño Planeta, era mi sueño dorado, donde esperaba pasar una
etapa gloriosa en compañía de mis compañeros de Universidad, al lado de mis
viejos amigos y sus hijos.
Desperté
de mi hermoso sueño; recordé mi firme promesa:´
“¡Volveré a ver alguna vez a esta pareja
de amigos!”
Y lloré, al recordar aquel verso de mi poeta Neruda, que se
había hecho realidad en mi:
“¡Es tan corto el
amor; es tan largo el olvido!”
Eso venía yo pensando, durante nuestro velóz viaje, desde
Alpha Centauri al planeta de mis sueños, cuando en la pantalla de la nave, vi
el indicador:
“Estamos llegando a
FILOS, fin de trayecto.”
Recordaba mis últimos momentos y despedida de Alex y
Priscila, cuando les dejamos perdidos en el ese tramo de eternidad, que
llamamos tiempo; pero la verdad era que estaba a punto de darles un abrazo e
iba a permanecer con ellos una larga temporada.
Logré un aterrizaje perfecto sobre el pequeño planeta, donde
ya recordaba el amplio espacio, donde habíamos aterrizado y que tanto conocía anteriormente.
Bajamos todos de la nave; yo me dirijí al lugar exacto, donde
dejamos a nuestros compañeros Priscila y Alex; pero no encontramos ni rastro de
ellos, vi algunos palos y ramas envejecidas entre la hierba crecida de aquella
rústica cabaña que fabricamos entonces, y que ellos ocuparon con tanto gozo y
esperanza en el futuro que les esperaba.
Nos resignamos de inmediato; habíamos venido a descansar y
repasar los conocimientos adquiridos por mis compañeros de Universidad, durante
mi larga ausencia; guardé silencio, para que mis amigos no se contagiaran con
mi tristeza; algunos comenzaron a cantar; traté de no amargarles la estancia
con mis remordimientos, cuando ellos recién llegaban con el entusiasmo de
pasarlo bien en aquel planeta y paraíso solitario.
…….
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