jueves, 14 de abril de 2016

ESTRELLA ENANA. 9. LGE. 395



Estaba todo sudoroso, confundido y anonadado por lo que sus ojos vieron en nube que la envolvía como un abrazo de la naturaleza viva de la que es sentía parte biológica.

Cuando se incorporó, corrió monte abajo con la velocidad  de un ave acelerada y apresurada, abrazó fuertemente a su esposa:

 “Me ha sonreído, sííí; me ha sonreído; ¡Priscila de mi vida! la nube de la montaña me ha sonreído! ¡Debemos ir a la montaña!

La nube me ha sonreído y me ha hablado: ¡vamos enseguida a la montaña!”

“Creo que te pasa algo raro; te has vuelto loco; las nubes no hablan; se mueven, a veces lloran, y cundo se enfadan, hacen brillar su furor con relámpagos y voces aterradoras, pero jamás se ha dicho que hablen.

¡Cálmate, vamos a dormir y con el descanso, te relajarás y verás las cosas de forma diferente!

¡Estás alucinando!

La culpa es mía, porque te he dado una noticia tan importante, que te ha trastornado el juicio.

¡Ven a mi lado, duerme y sueña conmigo, pensando en la criatura que ya vive aquí en mis entrañas; vamos a dejar de estar solos.

Hemos sufrido mucho desde que nos  dejaron aquí nuestros recordados y queridos compañeros de viaje; cuando vuelvan, ya habrá nacido nuestro bebé, niño o niña.

¡Tranquilo, amor!”

Las dulces palabras de Priscila tranquilizaron a Alex, que se quedó profundamente dormido con su cabeza apoyada en el seno tibio y palpitante de su adorable esposa.
…….

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