En
aquel pequeño planeta los días duraban ocho horas, cuatro con sol y cuatro de
noche; el mes tenía diez días y el año se limitaba a tres mese terrestres.
Por
esta razón Priscila daría a luz en apenas noventa días de su primer embarazo -
fue el sueño de Alejandro, que duró todas las cuatro horas de aquella
fantástica noche.
Cuando
la luz esplendorosa de la Estrella Enana, despertó a la joven pareja de los
nuevos “Adán y Eva”, “Manco Capas y Mama Ocyo” , etc., de la nueva Era
Espacial, Alex invitó a Priscila a mirar a la cima de la pequeña montaña
vecina; sobre ella una nubecilla blanca
mostraba una amplia y amable sonrisa.
Ambos
esposos quedaron sobrecogidos de estupor y gozo.
¿Qué
podría significar aquel gesto de la Naturaleza?
Ambos
se abrazaron, se comprendieron y caminaron juntos entre la pradera llena de
flores; desayunaron aquellos espléndidos manjares que la vegetación les ofrecía
tan generosamente; su felicidad no podía ser mayor; subieron a la cima de aquel
monte que ya había empezado a ser sagrado para ellos.
Su
convivencia de pareja era idéntica a la de Adán y Eva:
“estaban ambos totalmente desnudos, y ninguno
sentía vergüenza alguna”
Unas
nubes blancas se movían graciosas y complacientes desde otra montaña más altas
y lejana; una de ellas se fue acercando a ellos con rapidez, hasta envolverlos
con sus brisa fresca mañanera e íntima; la luz de la Estrella Enana inundó el
valle y las montaña con su ya conocida sonrisa de amistad, tan profunda como
extraña.
“Hola”,
- dijeron los dos a un tiempo, y esperaron la respuesta de la nube.
Hubo
unos minutos de silencio; Alex se impacientó:
“¿Hoy
no tienes nada que decirnos?”
Priscila
corrigió amablemente a su marido:
“No
apures a la nube amiga; tal vez estamos alucinando, ¿no crees?
…….
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