sábado, 16 de abril de 2016

ESTRELLA ENANA. 10. LGE. 396


En aquel pequeño planeta los días duraban ocho horas, cuatro con sol y cuatro de noche; el mes tenía diez días y el año se limitaba a tres mese terrestres.

Por esta razón Priscila daría a luz en apenas noventa días de su primer embarazo - fue el sueño de Alejandro, que duró todas las cuatro horas de aquella fantástica noche.

Cuando la luz esplendorosa de la Estrella Enana, despertó a la joven pareja de los nuevos “Adán y Eva”, “Manco Capas y Mama Ocyo” , etc., de la nueva Era Espacial, Alex invitó a Priscila a mirar a la cima de la pequeña montaña vecina; sobre ella una nubecilla blanca  mostraba una amplia y amable sonrisa.

Ambos esposos quedaron sobrecogidos de estupor y gozo.

¿Qué podría significar aquel gesto de la Naturaleza?

Ambos se abrazaron, se comprendieron y caminaron juntos entre la pradera llena de flores; desayunaron aquellos espléndidos manjares que la vegetación les ofrecía tan generosamente; su felicidad no podía ser mayor; subieron a la cima de aquel monte que ya había empezado a ser sagrado para ellos.

Su convivencia de pareja era idéntica a la de Adán y Eva:

 “estaban ambos totalmente desnudos, y ninguno sentía vergüenza alguna”

Unas nubes blancas se movían graciosas y complacientes desde otra montaña más altas y lejana; una de ellas se fue acercando a ellos con rapidez, hasta envolverlos con sus brisa fresca mañanera e íntima; la luz de la Estrella Enana inundó el valle y las montaña con su ya conocida sonrisa de amistad, tan profunda como extraña.

“Hola”, - dijeron los dos a un tiempo, y esperaron la respuesta de la nube.

Hubo unos minutos de silencio; Alex se impacientó:

“¿Hoy no tienes nada que decirnos?”

Priscila corrigió amablemente a su marido:

“No apures a la nube amiga; tal vez estamos alucinando, ¿no crees?
…….
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