martes, 19 de julio de 2016

Pirámides en la Tierra, 6. LGE. 439


El Español mexicano (con 87,3 millones de hablantes, y el Nahuatl, (con 12,7 millones de  hablantes), por ser con el castellano, la lengua hablada por el mayor numero de habitantes), son, extraoficialmente conocidas, como las dos lenguas oficiales a nivel nacional, aunque en México no lo sean a nivel oficial.

Creo que esto basta para comprender las dimensiones de los problemas americanos, visto desde fuera; razón de más para cuidar nuestras palabras y expresiones antes de hablar con nuestros, a pesar de todo, hermanos e hijos todos de “la Madre Patria” que, con tanto orgullo dicen y oímos unos y otros a ambas orillas del Océano Atlántico+.

Nota: + “atlan…” procede del idioma indígena Nahuatl.

A continuación, vamos a dedicar unos días  a la reflexión, a la interiorización y meditación, para  observar esas pequeñeces que suceden a nuestro alrededor y que, sin darnos cuenta, son también parte de nuestra existencia.

Estoy seguro de que todos vosotros, tenéis experiencias, más o menos similares a las mías; los avatares de la vida diaria, en que toda nuestra atención está centrada en el trabajo, la salud, los problemas, propios y extraños; falta de tiempo y ganas de entrar en nuestro interior para recrearnos en otros silenciosos sentimientos, quizá dormidos, que esperan aflorar.

Es posible que, nuestras propias limitaciones y nuestra total incapacidad de solucionar nuestros problemas internos, son la espoleta que hace explotar nuestras ganas de solucionar esos otros problemas del mundo que nos rodea, cuando, a fuerza de mirar nuestro ombligo, queremos, también, verle el culo a los demás.

“Como vamos a quitar la pequeña mota en el ojo de nuestro prójimo, teniendo una viga en nuestros propios ojos?”

Tener tres casas a estas horas, puede ser obra del robo de los que, impunemente, metieron mano a la caja; o, quizá, pasaron muchos años, trabajando horas dobles, sufriendo  privaciones, para pagar la hipoteca, mientras sus compañeros, andaban en los bailes, tabernas y discotecas.

Los derechos ciudadanos son justos, dignos y nobles, siempre que no atropellan los derechos legítimos de los demás que, con su esfuerzo y sudor, lograron  un patrimonio compartido.
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