miércoles, 27 de julio de 2016

Pirámides en la Tierra, 10. LGE. 443


Al pie de esa pirámide,
donde la sombra no existe,
encontré una luciérnaga;
“sube, nadie te lo impide”,
le dije; y me dijo triste:
“nadie me sube a su espalda.”

Estaba solo y hambriento,
con el rabo entre las patas,
rechinándole los dientes,
y los ojos sin aliento;
“¿es que tienes garrapatas?”
“no, ni amigos, ni parientes.”

La rama de un limonero,
de los que alegran mi huerto,
pesaba más de la cuenta;
era el peso de un jilguero;
“¿estás dormido o muerto?”
“lo verás, si tu me sueltas”.

Miraba, orante, al cielo,
mientras las nubes pasaban
al ritmo que pasa el viento;
el perro arañaba el suelo,
mientras al cielo ladraba;
no vi nada; ¡¿qué vio el perro?!

Todos los años, por mayo,
vuelve el jilguero a mi huerto,
hace el nido tan bajito,
que, entre piadas y amagos,
puedo espiar sin esfuerzo
sus hijos, siendo pollitos.
…….

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