Al
oír el nombre de España, el espíritu volvió
a mi cuerpo y recuperé la cordura de mis acciones en coordinación con mi
pensamiento; yo había perdido el sentido de la realidad que me rodeaba, y
estaba extraviado, alucinado, esclavizado por los recuerdos del pasado, lo que
me impedía ver el presente y la ilusión por el futuro.
En
el trascurso de nuestra vida terrestre, este, tan raro fenómeno psicológico, se
apodera así de la débil mente humana,
hasta el punto de no reconocerse ni a sí mismo.
Yo
había sufrido una de esas situaciones; cuando caí en la cuenta de mi delirio,
pedí perdón a todos mis acompañantes; los
jóvenes y las señoritas, así como nuestra Tutora de los estudiantes,
estaban emocionados al verme, antes y ahora, extraviado y reencontrado,
aplaudieron largamente el relato, dando por finalizada mi prolongada
exposición.
Uno
de ellos, intrigado por la manera como había terminado el conocido juicio sobre
mi, que tubo lugar en Alpha Centauri, y en el que, como todos sabemos, fui
declarado inocente, me hizo esta pregunta de rigor:
“¿Quién
había sido el denunciante, quién lo había identificado y cuál había sido el
castigo aplicado a tal tipo de persona?”
Vuestra
visión desde la Tierra, es mejor que la de mis compañeros; vosotros, ya sabéis
quien fue el que me había denunciado, y también cómo se había logrado
la identificación del denunciante, si habéis seguido el desarrollo de
aquel juicio.
Nos
falta conocer cuál fue el castigo aplicado a la persona anónima que presentó la
denuncia que, de haber prosperado en mi contra, habría sido y significado el
final de mi vida.
La
malicia de Águeda, una vez descubierta le hizo perder su alto rango como Jefa,
Abadesa y Comandante de la Orden, religiosa-militar, de los Vigilantes inter
galácticos así como el cargo de Consejera de la C.O.PLA.S.I., pasando a ocupar
el último puesto en la reserva indefinida.
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