El
divino Teotihuacán guardaba otros secretos para mi; un turista más de los miles
que, a diario, se acercan a ese fantástico lugar.
Uno
de esos visitantes, más docto conocedor del sitio, me dijo, entre la admiración
y la cortesía:
“No
olvide, señor, que esta pirámide sobre la que hoy día posamos nuestros cuerpos,
es una mole gigantesca, cuya base ocupa, metro más o menos, una superficie,
sobre el terreno, de=¡6.250= metros cuadrados; toda ella antes fue ideada y construida
de adobe, piedras de relleno y estuco, y tiene una altura de 65 metros.”
Cuando
bajamos y nos disponíamos a recorrer la Calzada de los Muertos, un niño gritó
desde la cúspide:
“¡Mamá,
mamá, mira, ya hemos llegado!”
Entonces
comprendí la maravillosa acústica, de que debe
lograr
la plataforma superior; Sacerdotes y Reyes aztecas con ocasión de sus
ceremonias y discursos hablaban a las muchedumbres llegados de sus cercanos
poblados, en un número superior a los doscientos mil habitantes, aparte de
otras gentes más lejanas del amplio valle.
El
paseo, entre templos, palacios y tumbas, nos condujo al pie de la Pirámide de
la Luna; un recorrido de 400 ms, que,
entre preguntas y respuestas, se nos hicieron cortos.
Es
una pirámide más pequeña, pero de una frágil y débil coquetería femenina, desde
la que se puede contemplar la grandeza y majestad del Rey Sol, como centro del
poblado y del fértil y extenso Altiplano de Teotihuacán..
Ciriaco
me contó muchas cosas, de las que recuerdo más de las me permiten vuestra
paciencia y mi conciencia.
…….
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