“Sin
reparar en el periodo de tiempo de que disponía, bajé en la compañía de aquel
extraño personaje, y así llegaron a un refectorio de grandes dimensiones, donde
al rededor de una mesa proporcional a lo resultó ser un suculento banquete; en
un trono situado en la cabecera se sentaba una gran señora engalanada con un
suntuoso vestido azul y oro ostentando símbolos militares y religiosos; estaba
acompañada de unas cincuenta personas entre mujeres, hombres, jóvenes de ambos
sexos, todos vestidos iguales y con símbolos similares.
Un
“forzudo” caballero, haciendo de porta voz, se me quedó mirando y dijo:
“No
recuerdo el lugar, ni los tiempos que han transcurrido, pero reconozco tu cara,
tu mirada y demás gestos personales.”
“Yo
no te conozco de nada” – respondió Filos - en un tono entre enfadado y molesto,
por el desfase de tiempo que le iba a impedir llegar a tiempo de a su cápsula y
hora de regreso a “Filos de Alpha”, y añadí:
“No
se el motivo ni los altos intereses,
por los que me han conducido
hasta aquí, a llamarme por mi nombre, sin dar más explicaciones.
Exijo
el por qué de esta intromisión en mi vida en el preciso momento en que me
dirigía a mi casa y hogar. “
“No
comprenderías nada, nada, ¡bada1 de cuanto podría decirte.
En
este preciso momento, mis compañeros están esperando nuestra llegada al refectorio para en una reunión, en
la que tu eres el invitado.
Continúo
sin entender nada; ni “papa”; pero te acompañaré.”
“Bien
llegado a nuestra compañía, siéntete seguro y tranquilo desde el principio; no
sufrirás daño alguno entre nosotros.
Hemos
venido de muy lejos, igual que tu, y estamos aquí por unas razones
similares, que ya veremos más adelante; ahora participa de estos
suculentos manjares que, solo con verlos, abren el apetito; seguro que
recuerdas haberlos visto y consumido en tu pueblo de origen.”
…….
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