domingo, 15 de mayo de 2016

ESTRELLA ENANA. 26 LGE. 412


“Sin reparar en el periodo de tiempo de que disponía, bajé en la compañía de aquel extraño personaje, y así llegaron a un refectorio de grandes dimensiones, donde al rededor de una mesa proporcional a lo resultó ser un suculento banquete; en un trono situado en la cabecera se sentaba una gran señora engalanada con un suntuoso vestido azul y oro ostentando símbolos militares y religiosos; estaba acompañada de unas cincuenta personas entre mujeres, hombres, jóvenes de ambos sexos, todos vestidos iguales y con símbolos similares.

Un “forzudo” caballero, haciendo de porta voz, se me quedó mirando y dijo:

“No recuerdo el lugar, ni los tiempos que han transcurrido, pero reconozco tu cara, tu mirada y demás  gestos personales.”

“Yo no te conozco de nada” – respondió Filos - en un tono entre enfadado y molesto, por el desfase de tiempo que le iba a impedir llegar a tiempo de a su cápsula y hora de regreso a “Filos de Alpha”, y añadí:

“No se el motivo ni los altos intereses,   por los que me han conducido  hasta aquí, a llamarme por mi nombre, sin dar más explicaciones. 

Exijo el por qué de esta intromisión en mi vida en el preciso momento en que me dirigía a mi casa y hogar. “

“No comprenderías nada, nada, ¡bada1 de cuanto podría decirte.

En este preciso momento, mis compañeros están esperando nuestra  llegada al refectorio para en una reunión, en la que tu eres el invitado.

Continúo sin entender nada; ni “papa”; pero te acompañaré.”
  
“Bien llegado a nuestra compañía, siéntete seguro y tranquilo desde el principio; no sufrirás daño alguno  entre nosotros.

Hemos venido de muy lejos, igual que tu, y estamos aquí por unas  razones  similares, que ya veremos más adelante; ahora participa de estos suculentos manjares que, solo con verlos, abren el apetito; seguro que recuerdas haberlos visto y consumido en tu pueblo de origen.”
…….

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