lunes, 9 de mayo de 2016

ESTRELLA ENANA. 23. LGE. 409


Subí a aquella nueva nave espacial, con cierto reparo, porque las características dejaban mucho que desear, comparadas con la cápsula de  Alpha. 

Inicialmente no era tan sofisticada, y cuando empezó a moverse, se notaba el ruido de motores; a los pocos minutos, aquel feo ruido inicial se convirtió en un cañón de música, que invadía nuestros oídos, la totalidad de la nave y con un suave, pero intenso movimiento, emprendió una velocidad endiablada, superior a las anteriores que yo había conocido.

Otra diferencia importante es la de que toda la tripulación y pilotos no eran de funcionamiento robotizado, sino seres inteligentes, que reunían cualidades casi humanas; esto, en verdad,. me tenía muy intrigado.

En cierto momento de mi vida, oí a un pensador y filósofo, decir:

“Uno de los errores, mantenidos por muchos, es la incredulidad para admitir el hecho evidente de la existencia de otros seres inteligentes, que viven extendidos por todo el mundo interplanetario e intergaláctico.

Negarlo es seguir cayendo en el MISMO error, en que ya,  tanta veces, hemos CAÍDO Y declarado.”

La velocidad era ciertamente descomunal.
En un momento dado, oí una orden:
…….

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