sábado, 27 de febrero de 2016

Juicio de Filos,3.LGE.CCCLXXIII


Juicio 

“Señora Águeda – le dijo - , he observado que usted deseaba intervenir y no se lo han permitido; no deje de manifestarse; le agradeceremos cualquier esclarecimiento para que brille la justicia entre nosotros: tiene la palabra.”

Sin ser ya molestada por sus subordinados, subió al estrado, escudriñó hasta el último rincón de la gran sala y, al llegar a mí, intentó desintegrarme con su mirada de odio; con sus ojos enrojecidos, el rostro pálido de muerte sus palabras cascadas como una caña seca de bambú:

“Es un desafió a nuestra dignidad y una ofensa sin precedente a nuestra autoridad interplanetaria la defensa de su inocencia oída por todos de este niñato terrestre, indecente y bélico, como todos los seres de su planeta Tierra; mientras nosotros luchamos por regenerar ese globo infeccioso de grillos locos, egoístas, asesinos y salvajes perros entre sí, viene este a darnos lecciones de vida honrada, sin vergüenza y sin mácula alguna, mientras acepta ser adorado como un dios del Olimpo, va de milagroso, sin control de tiempo y espacio, irrumpe sin pudor en nuestra plataforma de oración y vigilancia espacial, nos obliga  realizar un viaje intergaláctico, nos provoca al triste abandono de dos compañeros, Ptiscila y Alex, cuyo paradero desconocemos sin dejar rastro sin señales de vida; pido para este rebelde, infiel, ruín y desgraciado ser human terrestre, su inmediata expulsión, para no manchar nuestras manos con su sangre pecadora.
He dicho.”

No me esperaba menos; ahora toca esperar la deliberación del público, los discursos leoninos de los letrados, y veredicto final de los jueces.

Hubo razones y sinrazones de todos los gustos, tonos, colores, algunos de rabia, otros de risa y, los más, de disparatados.

El Presidente de la mesa judicial,  hizo una observación:

“Su actitud despreciativa hacia uno de nuestros ciudadanos más destacados, no lleva a pensar que
a pensar que hay elementos para pensar en que en este singular juicio de faltas, hay unos motivos ocultos, que debemos investigar, dado el caso de la presencia de testigos, como usted misma ha manifestado.

Rogamos que si algunos de los presentes desea intervenir, lo haga en defensa de la verdad.

“¡Filos es inocente!”

Se oyó en toda la sala sin poder identificar a la persona física que había pronunciado esta breve y escueta afirmación.

Los jueces se miraron entre si; no habían vivido una situación semejante en su historial judicial.

“Todos los que piensen y crean en la inocencia de Filos, alcen sus manos” – indicó el  Secretario.

Enseguida, el propio Secretario añadió:

“Gracias por su colaboración; ya tenemos con la seguridad absoluta el veredicto final y justo.”

Estoy seguro que todos vosotros, ya sabeis las razones y la forma como los Jueces averiguaron la verdad de mi inocencia.

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